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Discutían en cierta ocasión un sacerdote y un ateo sobre la existencia de vida después de la muerte. En un momento de la conversación dice el ateo:
- Padre, en este debate usted tiene ventaja, porque si tiene razón, en la otra vida podrá recordarme que usted estaba en lo cierto. Pero si soy yo quien tiene razón, nunca podré recordarle nada.
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