domingo, 14 de agosto de 2011

Disquisiciones eutrapélicas: la entelequia del purismo.


Tener un perro de pura raza, lucir una pulsera de oro puro, usar aceite puro de oliva, suele ser motivo de ostentación y orgullo. También lo es jactarse de utilizar una lengua pura. La quimera de lo auténtico lo invade todo y, cómo no, también el lenguaje cotidiano.

Hay defensores a ultranza del uso del lenguaje más puro, descalificando todo lo demás. Pero eso sí, siempre y cuando esto sea de su conveniencia. Y valga como muestra este botón:
Hace años que vivo en un país predominantemente anglófono, los Estados Unidos, en donde enseño español como lengua heredada. Y mi experiencia como usuario del inglés es muy diferente según sea yo quien solicita cualquier información en la vida diaria, o sean otras personas las que requieren, en inglés, algo de mí. En el primer caso, si mi pronunciación o la estructura de la frase no son exactas y precisas, puedo encontrarme por respuesta a mi pregunta un sorprendido … whaaat?. Y en cambio ¡qué curioso!, esas posibles limitaciones mías no representan ningún problema a la comunicación cuando soy yo quien informa a otros. Ya me ha ocurrido varias veces que, paseando por mi vecindario, algún conductor despistado me ha pregunta por la salida hacia la cercana autopista I-95. Y tras mi explicación nunca me han contestado con un … whaaat?, sino al contrario, siempre me han respondido con un agradecido y educado … thank you, Sir!. Y puedo asegurar que el inglés que utilizo es cualitativamente idéntico cuando pregunto, y cuando respondo.
Este ejemplo, lejos de ser puntual, o de limitarse a mi persona, representa situaciones bastante habituales. Lo cual me hace sospechar que con respecto al uso “correcto” de la lengua, como en tantas otras cosas, existen distintas varas de medir.

Estados Unidos es el segundo país del mundo en número de personas que hablan español, después de México, y hay una amplia diversidad al hablarlo. Diversidad que incluye el spanglish, fenómeno lingüístico consistente en incorporar al idioma español anglicismos sin traducir, o mal traducidos. Algunas voces autorizadas (Ilan Stavans) sostienen que el spanglish tiene las características de una nueva lengua que surge en una situación de intensa interacción y mestizaje cultural.
La cuestión adquiere una mayor complejidad aún al incluir en el debate el fenómeno de la ciber-comunicación.
También es diverso el español hablado en Latinoamérica y en otras regiones. Unos quinientos millones de personas hablamos español en todo el mundo. Es esto lo que hace a nuestra lengua grande, influyente e importante. Y no las diferencias lingüísticas existentes entre países y regiones.

Reconociendo la importancia capital de un referente lingüístico común que aglutine y organice las diversas formas de expresarse en español, es preciso el respeto a todas sus modalidades de uso. La norma ha de adaptarse a la realidad, y no aislarse de ella en un intento de mantenerse aséptica. La contaminación del idioma es inevitable, y necesaria. De no ser así, seguiríamos hablando el latín vulgar del siglo IX.

Hay que ser muy pedante y engreído para atreverse a descalificar otras formas de hablar español (u otra lengua) distintas de la propia.

Como profesor de español intento promover en mi alumnado el aprendizaje y uso correcto en cada una de las habilidades y destrezas de nuestra lengua, en la idea de que no todo vale, y a la vez fomentar el respeto, la tolerancia y el mutuo entendimiento entre todas las modalidades en las que los hispanohablantes nos expresamos.

Y en lo personal me esfuerzo en ser exquisito en el uso cotidiano, y literario,  de esta lengua que enseño y amo. Pero también aprendo al contaminarme con tu forma de hablar español. Contamíname … con tu educación, con tu amabilidad, con tu saber.

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